
El cappuccino, con su deliciosa combinación de café, leche vaporizada y una corona de espuma, es hoy una de las bebidas más icónicas y amadas en todo el mundo. Su origen, sin embargo, no es tan italiano como muchos imaginan. Es, de hecho, una historia que se entrelaza con la cultura y la historia de Europa Central.
Para comprender la génesis del cappuccino, debemos regresar al siglo XVII, en Viena, Austria. En aquella época, el café ya había llegado a Europa, traído del Imperio Otomano. En ese momento, los vieneses, con su refinado paladar, comenzaron a experimentar con diversas formas de preparar y consumir la bebida. Fue en este contexto que surgió el “Kapuziner”.
El “Kapuziner” era una bebida de café que incluía nata o crema y, en ocasiones, especias. El nombre “Kapuziner” se refería directamente al color marrón claro de la bebida. Este color recordaba la tonalidad de los hábitos de los frailes capuchinos, una orden religiosa católica. Los miembros de esta orden usaban mantos marrones con capuchas características. Esta similitud visual dio nombre a la bebida, que siglos más tarde sería la precursora de nuestro cappuccino moderno.
La Evolución hacia el Ícono Italiano

La verdadera transformación del Kapuziner en el cappuccino que hoy conocemos ocurrió con la popularización de las máquinas de espresso en Italia. Esto sucedió a principios del siglo XX. Los italianos, con su pasión por el café y su habilidad para perfeccionar técnicas, incorporaron la leche vaporizada a la bebida. Esta fue una innovación tecnológica clave de la época. La leche, calentada y aireada, creaba una textura cremosa y una capa de espuma. Esto elevó la experiencia de beber café a un nuevo nivel.
La palabra “cappuccino”, en italiano, es el diminutivo de “cappuccio”, que significa “capucha”. Así, la bebida recibió este nombre en honor a la semejanza de su color con el capuchón de los frailes capuchinos, al igual que el Kapuziner austriaco. La diseminación global del cappuccino ocurrió principalmente después de la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando la cultura del café italiana comenzó a expandirse por el mundo, y las máquinas de espresso se hicieron más accesibles.
Hoy, el cappuccino es apreciado en cafeterías desde Nueva York hasta Tokio. Sus variaciones y el “latte art” encantan la vista antes incluso de satisfacer el paladar. Su viaje de una simple bebida de café con crema en Viena a un ícono de la cultura cafetera mundial es un testimonio de la capacidad humana para innovar y adaptar, transformando una idea en una tradición global.
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